VIII. EL PROBLEMA Y LA RESPUESTA
Capitulo 11. DIOS O EL EGO – VII. El problema y la respuesta
1. Este curso es muy
simple. Quizá pienses que no necesitas un curso que, en última instancia, enseña
que sólo la realidad es verdad. Pero ¿crees realmente esto? Cuando percibas el
mundo real, reconocerás que no lo creías. Mas la rapidez con la que tu nueva y
única percepción real se convertirá en conocimiento no te dejará más que un
instante en el que darte cuenta de que solamente eso es verdad. Y luego todo lo
que inventaste pasará al olvido: lo bueno y lo malo, lo falso y lo verdadero.
Pues cuando el Cielo y la tierra se vuelvan uno, dejarás de ver incluso el mundo
real. El mundo no acabará destruido, sino que se convertirá en el Cielo. Lo que
constituye la reinterpretación del mundo es la transformación de toda
percepción en conocimiento.
2. La Biblia os dice
que os volváis como niños. Los niños reconocen que no entienden lo que perciben,
y, por lo tanto, preguntan cuál es su significado. No cometas la equivocación
de creer que entiendes lo que percibes, pues su significado se te escapa. Mas
el Espíritu Santo ha preservado su significado para ti, y si tú le permites que
lo interprete, Él te devolverá lo que tú despreciaste. Sin embargo, mientras
creas que sabes cuál es el significado de lo que percibes, no verás la
necesidad de preguntárselo a Él.
3. No sabes cuál es
el significado de nada de lo que percibes. Ni uno solo de los pensamientos que albergas
es completamente verdadero. Reconocer esto sienta las bases para un buen
comienzo. No es que estés desencaminado; es que no has aceptado ningún guía. De
lo que más necesidad tienes es de aprender a percibir, pues no entiendes nada.
Reconoce esto, pero no lo aceptes, pues el entendimiento es tu herencia. Las
percepciones son algo que se aprende, y ya dispones de un Maestro. Mas para
estar dispuesto a aprender de Él tienes que estar dispuesto a poner en duda
todo lo que aprendiste por tu cuenta, pues tú que no te enseñaste a ti mismo
bien no deberías ser tu propio maestro.
4. Solamente tú
puedes privarte a ti mismo de la verdad. Dios, no obstante, no te negará la Respuesta
que Él dio. Píde, pues, lo que es tuyo, lo cual no es obra tuya, y no te
defiendas contra la verdad. Tú ocasionaste el problema que Dios ha resuelto.
Por lo tanto, hazte únicamente esta simple pregunta:
¿Deseo
el problema o la solución?
Decídete por la
solución y la tendrás, pues la verás como es y que ya dispones de ella.
5. Tal vez te quejes
de que este curso no es lo suficientemente específico como para poderlo entender
y aplicar. Mas tal vez no hayas hecho lo que específicamente propugna. Éste no
es un curso de especulación teórica, sino de aplicación práctica. Nada podría
ser más específico que el que le digan a uno que si pide recibirá. El Espíritu
Santo te dará la respuesta para cada problema específico mientras creas que los
problemas son específicos. Su respuesta es a la vez una y muchas mientras sigas
creyendo que el que es Uno es muchos. Puede que tengas miedo de Su
especificidad por temor a lo que crees que ésta pueda exigirte. Mas es
únicamente pidiendo como aprenderás que lo que procede de Dios no te exige nada
en absoluto. Dios sólo da; nunca quita. Cuando te niegas a pedir, es porque
crees que pedir equivale a quitar en vez de a compartir.
6. El Espíritu Santo
te dará sólo lo que es tuyo, sin pedirte nada a cambio. Pues lo que es tuyo es todo
lo que existe, y lo compartes con Dios. Ésa es su realidad. ¿Podría el Espíritu
Santo, que sólo dispone restituir, ser capaz de interpretar incorrectamente la
pregunta que necesitas hacer para darte cuenta de Su respuesta? Has oído la
respuesta, pero no has comprendido bien la pregunta. Crees que pedirle consejo
al Espíritu Santo es pedir que se te prive de algo.
7. Criatura de Dios,
no entiendes a tu Padre. Crees en un mundo que arrebata porque crees que arrebatando
puedes obtener lo que quieres. Y esa percepción te ha costado perder de vista
el mundo real. Tienes miedo del mundo tal como lo ves, pero el mundo real sigue
siendo tuyo sólo con que lo pidas. No te lo niegues a ti mismo, pues únicamente
puede liberarte. Nada que proceda de Dios puede esclavizar a Su Hijo, a quien
Él creó libre y cuya libertad está al amparo de Su Ser. Bienaventurado tú que
estás dispuesto a pedirle la verdad a Dios sin miedo, pues sólo así podrás aprender
que Su respuesta es la liberación del miedo.
8. Hermosa criatura
de Dios, estás pidiendo solamente lo que te prometí. ¿Crees que yo te iba a engañar?
El Reino de los Cielos está dentro de ti. Ten fe en que la verdad está en mí
porque yo sé que está en ti. Los Hijos de Dios no tienen nada que no compartan.
Pídele la verdad a cualquier Hijo de Dios, y me la habrás pedido a mí. Cada uno
de nosotros tiene dentro de sí la respuesta para poder dársela a cualquiera que
la pida.
9. Pídele cualquier
cosa al Hijo de Dios y su Padre te lo concederá, pues Cristo no se engaña con respecto
a Su Padre, ni Su Padre se engaña con respecto a Cristo. No te engañes, pues,
con respecto a tu hermano, y considera sus pensamientos amorosos como lo único
que constituye su realidad, pues al negar que su mente esté dividida sanarás la
tuya. Acéptalo como su Padre lo acepta y cúrale en Cristo, pues Cristo es su
curación así como la tuya. Cristo es el Hijo de Dios que no está en modo alguno
separado de Su Padre y cuyos pensamientos son tan amorosos como el Pensamiento de
Su Padre, mediante el cual fue creado. No te engañes con respecto al Hijo de
Dios, pues, si lo haces, no podrás sino engañarte inevitablemente con respecto
a ti mismo. Y al engañarte con respecto a ti mismo te engañarás con respecto a
tu Padre, para Quien cualquier engaño es imposible.
10. En el mundo real
no hay enfermedades, pues en él no hay separación ni división. En él sólo se reconocen
los pensamientos amorosos, y, puesto que todo el mundo dispone de tu ayuda, la
Ayuda de Dios va contigo a todas partes. A medida que, por el hecho de pedir
esta Ayuda estés dispuesto a aceptarla, la ofrecerás porque la desearás. Nada
estará fuera del alcance de tu poder sanador porque nada que pidas te será
negado. ¿Qué problema puede haber que no desaparezca en presencia de la Respuesta
de Dios? Pide, entonces, conocer la realidad de tu hermano porque eso es lo que
percibirás en él, y en su belleza verás reflejada la tuya.
11. No aceptes la
percepción variable que tu hermano tiene de sí mismo, pues su mente dividida es
la tuya, y no aceptarás tu propia curación sin la suya. Compartís el mundo real
de la misma manera en que compartís el Cielo, y la curación de tu hermano es tu
curación. Amarte a ti mismo es curarte
a ti mismo, y no
puedes percibir una parte de ti mismo como enferma y lograr tu objetivo.
Hermano mío, sanamos juntos al vivir juntos y al amar juntos. No te engañes con
respecto al Hijo de Dios, pues él es uno consigo mismo y uno con su Padre. Ama
a aquel a quien su Padre ama, y te darás cuenta del Amor que tu Padre te
profesa.
12. Si percibes que
un hermano te ha ofendido, arranca la ofensa de tu mente, pues es Cristo el que
te ofende y estás engañado con respecto a Él. Sana en Cristo y no te sientas
ofendido por Él, pues la ofensa no tiene cabida en Él. Si lo que percibes te
ofende, te ofendes a ti mismo y condenas al Hijo de Dios a quien Dios no
condena. Deja que el Espíritu Santo elimine todas las ofensas que el Hijo de
Dios comete contra sí mismo y no percibas a nadie si no es a través de Su
consejo, pues Él quiere salvarte de toda condenación. Acepta Su poder sanador y
extiéndelo a todos los que Él te envíe, pues Su Voluntad es sanar al Hijo de
Dios, con respecto al cual Él no se engaña.
13. Los niños
perciben fantasmas, monstruos y dragones espantosos y se aterran. Mas si
preguntan a alguien en quien confían cuál es el significado de lo que perciben,
y están dispuestos a abandonar sus propias interpretaciones en favor de la
realidad, su miedo desaparece junto con ellas. Cuando se ayuda a un niño a que
se dé cuenta de que lo que pensaba que era un fantasma es en realidad una cortina,
el "monstruo" una sombra y el "dragón" un sueño, deja
entonces de tener miedo y se ríe felizmente de su propio miedo.
14. Hijo mío, tienes
miedo de tus hermanos, de tu Padre y de ti mismo. Pero estás simplemente engañado
con respecto a ellos y con respecto a ti mismo. Pregúntale al Maestro de la
realidad lo que son ellos y lo que eres tú, y al escuchar Su respuesta, tú
también te reirás de tus miedos y los reemplazarás con la paz. Pues el miedo no
se encuentra en la realidad, sino en las mentes de aquellos niños que no
entienden la realidad. Es únicamente su falta de entendimiento lo que les asusta,
y cuando aprenden a percibir correctamente dejan de tener miedo. Y así, cuando
vuelvan a tener miedo preguntarán de nuevo cuál es la verdad. No es la realidad
de tus hermanos, ni la de tu
Padre ni la tuya lo
que te asusta. No sabes lo que son y debido a ello los percibes a ellos y a ti mismo
como fantasmas, monstruos y dragones. Pregúntale cuál es su realidad a Aquel
que la conoce, y Él te dirá lo que ellos son. Pues tú no entiendes lo que ellos
son, y, puesto que estás engañado con respecto a lo que ves, necesitas la
realidad para poder desvanecer tus miedos.
15. ¿No
intercambiarías tus miedos por la verdad, teniendo en cuenta que puedes
lograrlo sólo con pedirlo? Pues si Dios no está engañado con respecto a ti, únicamente
tú puedes estar engañado con respecto a ti mismo. Puedes, no obstante, aprender
del Espíritu Santo cuál es la verdad acerca de ti, y Él te enseñará que, al ser
tú parte de Dios, el engaño no tiene cabida en ti. Cuando te percibas a ti mismo
sin engaño alguno, aceptarás el mundo real en lugar del mundo falso que
fabricaste. Y entonces tu Padre descenderá hasta ti y dará el último paso por
ti, elevándote hasta Él.
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