II.CÓMO RECORDAR A DIOS
Capitulo 12. EL PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO – II. Cómo recordar a Dios
1. Los milagros son
simplemente la transformación de la negación en verdad. Si amarse uno a sí mismo
significa curarse uno a sí mismo, los que están enfermos no se aman a sí
mismos. Por lo tanto, están pidiendo el amor que los podría sanar, pero que se
están negando a sí mismos. Si supiesen la verdad acerca de sí mismos no podrían
estar enfermos. La tarea del obrador de milagros es, por lo tanto, negar la
negación de la verdad. Los enfermos deben curarse a sí mismos, pues la verdad
mora en ellos. Mas al haberla nublado, la luz de otra mente necesita brillar
sobre la suya porque dicha luz es suya.
2. La luz brilla en
todos ellos con igual intensidad, independientemente de cuán densa sea la
niebla que la oculta. Si no le otorgas a la niebla ningún poder para ocultar la
luz, no tiene ninguno. Pues sólo tiene poder si el Hijo de Dios se lo confiere.
Y debe ser él mismo quien le retire ese poder, recordando que todo poder es de
Dios. Tú puedes recordar esto por toda la Filiación. No permitas que tu hermano
se olvide, pues su olvido es también el tuyo. Pero cuando tú lo recuerdas, lo
estás recordando por él también porque a Dios no se le recuerda solo. Esto es
lo que has olvidado. Percibir la curación de tu hermano como tu propia curación
es, por lo tanto, la manera de recordar a Dios. Pues te olvidaste de tus
hermanos y de Dios, y la Respuesta de Dios a tu olvido no es sino la manera de
recordar.
3. No percibas en la
enfermedad más que una súplica de amor, y ofrécele a tu hermano lo que él cree
que no se puede ofrecer a sí mismo. Sea cuál sea la enfermedad, no hay más que
un remedio. Alcanzarás la plenitud a medida que restaures la plenitud de otros,
pues percibir en la enfermedad una petición de salud es reconocer en el odio
una súplica de amor. Y dar a un hermano lo que realmente desea es ofrecértelo a
ti mismo, ya que tu padre dispone que comprendas que tu hermano y tú sois lo
mismo. Concédele su petición de amor, y la tuya quedará concedida. La curación
es el Amor de Cristo por Su Padre y por Sí Mismo.
4. Recuerda lo que
dijimos acerca de las percepciones atemorizantes que tienen los niños pequeños,
las cuales son aterrorizantes para ellos porque no las entienden. Si piden
iluminación, y la aceptan, sus miedos se desvanecen. Pero si ocultan sus
pesadillas, las conservan. Es fácil ayudar a un niño inseguro, ya que reconoce
que no entiende el significado de sus percepciones. Tú, sin embargo, crees que
entiendes el significado de las tuyas. Criatura de Dios, estás ocultando tu
cabeza bajo unas pesadas mantas que tú mismo te has echado encima. Estás
ocultando tus pesadillas en la obscuridad de tu falsa certeza y negándote a
abrir los ojos y a mirarlas de frente.
5. No nos quedemos
con las pesadillas, pues no son ofrendas dignas de Cristo, y, por lo tanto, no son
regalos dignos de ti. Quítate las mantas de encima y hazle frente a lo que te
da miedo. Sólo lo que tú te imaginas que ello pueda ser es lo que te da miedo,
pues la realidad de lo que no es nada no puede dar miedo. No demoremos esto,
pues el sueño de odio no se apartará de ti a menos que tengas ayuda, y la Ayuda
ya está aquí. Aprende a mantenerte sereno en medio de la agitación, pues la quietud
supone el final de la lucha y en esto consiste la jornada a la paz. Mira de
frente cada imagen que surja para demorarte, pues el logro del objetivo es
inevitable debido a que es eterno. Tener al amor por objetivo es algo a lo que
tienes derecho, y ello es así a pesar de tus sueños.
6. Quieres todavía lo
que Dios dispone, y ninguna pesadilla puede impedir que un Hijo de Dios logre
su propósito. Pues tu propósito te fue dado por Dios y no puedes sino
cumplirlo, ya que ésa es Su Voluntad. Despierta y recuerda tu propósito, pues
es tu voluntad recordarlo. Lo que ya se ha llevado a cabo por ti tiene que ser
tuyo. No permitas que tu odio obstruya el camino del amor, pues no hay nada que
pueda resistirse al Amor que Cristo le profesa a Su Padre, o al Amor que Su
Padre le profesa a Él.
7. Dentro de poco me
verás, pues yo no estoy oculto porque tú te estés ocultando. Es tan seguro que te
despertaré como que me desperté a mí mismo, porque desperté por ti. En mi
resurrección radica tu liberación. Nuestra misión es escaparnos de la
crucifixión, no de la redención. Confía en mi ayuda, pues yo no caminé solo, y
caminaré contigo de la misma manera en que nuestro Padre caminó conmigo. ¿No
sabías que caminé con Él en paz? ¿Y no significa eso que la paz nos acompaña
durante toda la jornada?
8. En el amor
perfecto no hay miedo. No haremos otra cosa que mostrarte la perfección de lo
que ya es perfecto en ti. No tienes miedo de lo desconocido sino de lo
conocido. No fracasarás en tu misión porque yo no fracasé en la mía. En nombre
de la absoluta confianza que tengo en ti, confía en mí aunque sólo sea un poco,
y alcanzaremos fácilmente la meta de perfección juntos. Pues la perfección
simplemente es y no puede ser negada. Negar la negación de lo perfecto no es
tan difícil como negar la verdad, y creerás en lo que podemos realizar juntos
cuando lo veas realizado.
9. Tú que has tratado
de desterrar el amor no has podido lograrlo, pero tú que eliges desterrar el miedo
no podrás por menos que triunfar. El Señor está contigo, pero tú no lo sabes.
Sin embargo, tu Redentor vive, y mora en ti en la paz de la cual Él fue creado.
¿No te gustaría intercambiar tu conciencia de miedo por esta conciencia? Cuando
hayamos superado el miedo -no ocultándolo, ni restándole importancia, ni
negando en modo alguno su impacto- esto es lo que realmente verás. No puedes
dejar a un lado los obstáculos que se interponen a la verdadera visión a menos
que primero los observes, ya que dejarlos a un lado significa que has juzgado
contra ellos. Si los examinas, el
Espíritu Santo los
juzgará, y los juzgará correctamente. Sin embargo, Él no puede eliminar con Su luz
lo que tú mantienes oculto, pues tú no se lo has ofrecido y Él no puede
quitártelo.
10. Nos estamos
embarcando, por lo tanto, en un programa muy bien organizado, debidamente estructurado
y cuidadosamente planeado, que tiene por objeto aprender a entregarle al
Espíritu Santo todo aquello que no desees. Él sabe qué hacer con ello. Tú, sin
embargo, no sabes cómo valerte de Su conocimiento. Cualquier cosa que se le
entregue que no sea de Dios, desaparece. No obstante, tú tienes que estar
completamente dispuesto a examinar eso que le entregas, ya que de otro modo Su
conocimiento no te servirá de nada. Él jamás dejará de prestarte ayuda, pues
prestar ayuda es Su único propósito. ¿No es cierto acaso que tienes más razones
para temer al mundo tal como lo percibes, que para mirar a la causa del miedo y
abandonarla para siempre?
Audio contenido
Puedes ayudarme a que continúe con la divulgación de estos contenidos.
Comentarios
Publicar un comentario