VI. LA VISIÓN DE CRISTO
Capitulo 12. EL PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO – VI. La visión de Cristo.
1. El ego está
tratando de enseñarte cómo ganar el mundo y perder tu alma. El Espíritu Santo
te enseña que no puedes perder tu alma y que no hay nada que ganar en el mundo,
pues, de por sí, no da nada. Invertir sin recibir beneficios es sin duda una
manera segura de empobrecerte, y los gastos generales son muy altos. No sólo no
recibes ningún beneficio de la inversión, sino que el costo es enorme. Pues
esta inversión te cuesta la realidad del mundo al negar la tuya, y no te da
nada a cambio. No puedes vender tu alma, pero puedes vender tu conciencia de
ella. No puedes percibir tu alma, y no la podrás conocer mientras percibas
cualquier otra cosa como más valiosa.
2. El Espíritu Santo
es tu fortaleza porque sólo te conoce como espíritu. Él es perfectamente consciente
de que no te conoces a ti mismo y perfectamente consciente de cómo enseñarte a recordar
lo que eres. Puesto que te ama, te enseñará gustosamente lo que Él ama, pues Su
voluntad es compartirlo. Dado que se acuerda de ti continuamente, no puede
dejar que te olvides de tu valía.
Pues el Padre jamás
cesa de mantener vivo en Él el recuerdo de Su Hijo, y el Espíritu Santo jamás cesa
de mantener vivo en el Hijo el recuerdo de su Padre. Dios está en tu memoria
por causa de Él. Tú decidiste olvidar a tu Padre, pero eso no es realmente lo
que quieres hacer, y, por lo tanto, puedes decidir de otra manera. Y tal como
yo decidí de otra manera, tú también puedes hacerlo.
3. Tú no deseas el
mundo. Lo único de valor en él son aquellos aspectos que contemplas con amor. Eso
le confiere la única realidad que jamás tendrá. Su valía no reside en sí mismo,
pero la tuya se encuentra en ti. De la misma forma en que tu propia estima
procede de extenderte a ti mismo, de igual modo la percepción de tu propia
estima procede de extender pensamientos amorosos hacia el exterior. Haz que el
mundo real sea real para ti, pues el mundo real es el regalo del Espíritu
Santo, y, por lo tanto, te pertenece.
4. La corrección es para
todos aquellos que no pueden ver. La misión del Espíritu Santo es abrirle los
ojos a los ciegos, pues Él sabe que no han perdido su visión, sino que
simplemente duermen. Él los despertará del sueño del olvido y los llevará al
recuerdo de Dios. Los ojos de Cristo están abiertos, y Él contemplará con amor
todo lo que veas si aceptas Su visión como tuya. El Espíritu Santo mantiene a
salvo la visión de Cristo para cada Hijo de Dios que duerme. En Su visión el
Hijo de Dios es perfecto y Él anhela compartir Su visión contigo. El Espíritu
Santo te mostrará el mundo real porque Dios te dio el Cielo. A través del
Espíritu Santo, tu Padre exhorta a Su Hijo a recordar.
El despertar de Su
Hijo da comienzo cuando él empieza a invertir en el mundo real, lo cual le permite
aprender a re-invertir en sí mismo. Pues la realidad es una con el Padre y con
el Hijo, y el Espíritu Santo bendice el mundo real en Nombre de los Dos.
5. Cuando hayas visto
el mundo real -como sin duda lo verás- te acordarás de nosotros. Mas tienes que
aprender el costo que supone estar dormido, y negarte a pagarlo. Sólo entonces
decidirás despertar. Y entonces el mundo real aparecerá ante tu vista, pues
Cristo nunca ha estado dormido.
Cristo está esperando
a que lo veas, pues Él nunca te ha perdido de vista. Él contempla serenamente el
mundo real, que desea compartir contigo porque sabe que Su Padre lo ama. Y
sabiendo esto, desea darte lo que es tuyo. Él te aguarda en el altar del Padre
en perfecta paz, ofreciéndote el Amor del Padre en la serena luz de la
bendición del Espíritu Santo. Pues el Espíritu Santo conducirá a todo el mundo
a su hogar y a su Padre, donde Cristo les espera como Su Ser.
6. Cada Hijo de Dios
es uno en Cristo porque su ser está en Cristo, al igual como el de Cristo está en
Dios. El Amor de Cristo por ti es Su Amor por Su Padre, que Él conoce porque
conoce el Amor de Su Padre por Él. Cuando el Espíritu Santo te haya conducido
finalmente hasta Cristo en el altar de Su Padre, la percepción se fundirá con
el conocimiento porque se habrá vuelto tan santa que su transferencia a la
santidad será sencillamente su extensión natural. El Amor se transfiere al amor
sin ninguna interferencia, pues ambos son uno. A medida que percibas más y más
elementos comunes en todas las situaciones, la transferencia del entrenamiento
bajo la dirección del Espíritu Santo aumentará y se generalizará. Aprenderás
gradualmente a aplicarlo a todo el mundo y a todas las cosas, pues su
aplicabilidad es universal. Una vez que esto se logra, la percepción y el conocimiento
se vuelven tan similares que comparten la unificación de las leyes de Dios.
7. Lo que es uno no
puede ser percibido como separado, y negar la separación es restaurar el conocimiento.
En el altar de Dios, la santa percepción de Su Hijo se vuelve tan iluminada que
la luz entra a raudales en ella y el espíritu del Hijo de Dios refulge en la
Mente del Padre y se vuelve uno con ella. Con gran ternura Dios refulge sobre
Sí Mismo, y ama la extensión de Sí Mismo que es Su Hijo. El mundo deja de tener
propósito a medida que se funde con el Propósito de Dios. Pues el mundo real ha
desaparecido sigilosamente en el Cielo, donde todo lo que es eterno ha existido
siempre. Allí Redentor y redimido se unen en su perfecto amor por Dios y en el
amor perfecto que se profesan el uno al otro. El Cielo es tu hogar, y al estar
en Dios tiene también que estar en ti.
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