IV. BUSCAR Y HALLAR
Capitulo 12. EL PROGRAMA DE ESTUDIOS DEL ESPÍRITU SANTO – IV. Buscar y hallar
1. El ego está seguro
de que el amor es peligroso, y ésta es siempre su enseñanza principal. Nunca lo
expresa de este modo. Al contrario, todo el que cree que el ego es la salvación
parece estar profundamente inmerso en la búsqueda del amor. El ego, sin
embargo, aunque alienta con gran insistencia la búsqueda del amor, pone una
condición: que no se encuentre. Sus dictados, por lo tanto, pueden resumirse
simplemente de esta manera: "Busca, pero no halles". Ésta es la única
promesa que el ego te hace y la única que cumplirá. Pues el ego persigue su
objetivo con fanática insistencia, y su juicio, aunque seriamente menoscabado,
es completamente coherente.
2. La búsqueda que el
ego emprende está, por lo tanto, condenada al fracaso. Y como también te enseña
que él es tu identidad, su consejo te embarca en una jornada que siempre acaba
en una percepción de auto-derrota. Pues el ego es incapaz de amar, y, en su
frenética búsqueda de amor, anda en pos de lo que teme encontrar. La búsqueda
es inevitable porque el ego es parte de tu mente, y, debido a su origen, él no
está totalmente dividido, pues, de lo contrario, carecería por completo de credibilidad.
Tu mente es la que cree en él y la que le otorga existencia. Sin embargo, es
también tu mente la que tiene el poder de negar su existencia, y eso es sin
duda lo que harás cuando te des cuenta exactamente de la clase de jornada en la
que el ego te embarca.
3. Es sin duda obvio
que nadie quiere encontrar lo que le derrotaría por completo. El ego, al ser incapaz
de amar, se sentiría totalmente perdido en presencia del amor, pues no podría
responder en absoluto. Tendrías entonces que abandonar su dirección, puesto que
sería evidente que no te puede enseñar la respuesta que necesitas. El ego, por
lo tanto, distorsionará el amor, y te enseñará que él te puede proveer las
respuestas que el amor en realidad evoca. Si sigues sus enseñanzas, pues, irás
en busca de amor, pero serás incapaz de reconocerlo.
4. ¿No te das cuenta
de que el ego sólo puede embarcarte en una jornada que únicamente puede conducirte
a una sensación de futilidad y depresión? Buscar y no hallar no puede ser una
actividad que brinde felicidad. ¿Es ésta la promesa que quieres seguir
manteniendo? El Espíritu Santo te ofrece otra promesa, la cual te conduce a la
dicha. Pues Su promesa es siempre: "Busca y hallarás", y bajo Su
dirección no podrás fracasar. La jornada en la que el Espíritu Santo es tu Guía
es la jornada que te conduce al triunfo, y el objetivo que pone ante ti, Él
Mismo lo consumará. Pues Él nunca engañará al Hijo de Dios a quien ama con el
Amor del Padre.
5. No podrás por
menos que buscar, ya que en este mundo no te sientes a gusto. Y buscarás tu
hogar tanto si sabes dónde se encuentra como si no. Si crees que se encuentra
fuera de ti, la búsqueda será en vano, pues lo estarás buscando donde no está.
No recuerdas cómo buscar dentro de ti porque no crees que tu hogar esté ahí.
Pero el Espíritu Santo lo recuerda por ti y te guiará a tu hogar porque ésa es
Su misión. A medida que Él cumpla Su misión te enseñará a cumplir la tuya, pues
tu misión es la misma que la Suya. Al guiar a tus hermanos hasta su hogar
estarás siguiéndolo a Él.
6. Contempla el Guía
que tu Padre te ha dado, para que puedas aprender que posees vida eterna, pues
la muerte no es la Voluntad de tu Padre ni la tuya, y todo lo que es verdad es
la Voluntad del Padre. La vida no te cuesta nada, pues se te dio, pero por la
muerte tienes ciertamente que pagar, y pagar un precio exorbitante. Si la
muerte es tu tesoro, venderás todo lo demás para comprarla. Y creerás haberla
adquirido, al haber vendido todo lo demás. No obstante, no puedes vender el
Reino de los Cielos. Tu herencia no se puede comprar ni vender. Ninguna parte
de la Filiación puede quedar desheredada, pues Dios goza de plenitud y todas
sus extensiones son como Él.
7. La Expiación no es
el precio de tu plenitud; es, no obstante, el precio de ser consciente de tu plenitud.
Lo que decidiste "vender" tuvo que ser salvaguardado para ti, ya que
no lo habrías podido volver a "comprar". Aun así, tienes que invertir
en ello, no con dinero sino con espíritu. Porque el espíritu es voluntad, y la
voluntad es el "precio" del Reino. Tu herencia aguarda únicamente tu reconocimiento
de que has sido redimido. El Espíritu Santo te guía hacia la vida eterna, pero
tienes que abandonar tu interés por la muerte, o, de lo contrario, no podrás
ver la vida aunque te rodea por todas partes.
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