III. DE LAS TINIEBLAS A LA LUZ
Capitulo 11. DIOS O EL EGO – III. De la tinieblas a la luz.
1. Cuando te sientas
abrumado, recuerda que te has hecho daño a ti mismo. Tu Consolador te proveerá
descanso, pues tú no puedes proveértelo a ti mismo. No sabes cómo hacerlo
porque si supieras nunca habrías podido sentirte abrumado. Si no te hicieras
daño a ti mismo no podrías sufrir en absoluto, pues ésa no es la Voluntad de
Dios para Su Hijo. El dolor es algo ajeno a Él, ya que Él no sabe de ataques y
Su paz te rodea silenciosamente. Dios permanece en perfecta quietud, ya que en
Él no hay conflicto alguno. El conflicto es la raíz de todos los males, pues al
ser ciego no ve a quien ataca. Siempre ataca, no obstante, al Hijo de Dios, y
el Hijo de Dios eres tú.
2. El Hijo de Dios
necesita ciertamente consuelo, pues no sabe lo que hace, al creer que su
voluntad no es la suya. El Reino es suyo, y sin embargo, vaga sin hogar. Aunque
su hogar está en Dios se siente solo y, rodeado de hermanos, se siente sin
amigos. ¿Cómo iba a permitir Dios que esto fuese real, cuando Él no dispuso
estar solo? Y si tu voluntad es la Suya, estar solo no puede ser verdad con
respecto a ti porque no lo es con respecto a Él.
3. ¡Ay, criatura de
Dios, si supieses lo que Dios dispone para ti, tu gozo sería absoluto! Y lo que
Él dispone ha ocurrido, pues siempre fue verdad. Cuando venga la luz y hayas
dicho: "La Voluntad de Dios es la mía", verás una belleza tal que
sabrás que no procede de ti. Como resultado de tu gozo crearás belleza en Su
Nombre, pues tu gozo es tan incontenible como el Suyo. El mundo desolado e insignificante
se desvanecerá en la nada, y tu corazón estará tan rebosante de alegría que de
un salto se elevará hasta el Cielo, ante la Presencia de Dios. No puedo
describirte cómo será esto, pues tu corazón no está todavía listo. Puedo
decirte, no obstante, y recordártelo a menudo, que lo que Dios dispone para Sí
Mismo lo dispone para ti y lo que Él dispone para ti es tuyo.
4. El camino no es
arduo, pero es muy diferente. El tuyo es el camino del dolor, de lo cual Dios
no sabe nada. Ése es el camino que en verdad es arduo y muy solitario. El miedo
y la aflicción son tus invitados y moran en ti, acompañándote dondequiera que
vas. Pero la jornada tenebrosa no es el camino que el Hijo de Dios desea
recorrer. Camina en la luz y no veas a los siniestros compañeros, pues no son
compañeros dignos del Hijo de Dios, que fue creado de la luz y en la luz. La
Gran Luz siempre te rodea e irradia desde ti. ¿Cómo podrías ver a los
compañeros siniestros en una luz como ésa? Si los ves es únicamente porque
estás negando la luz. Niégalos a ellos en vez de a la luz, pues la luz está
aquí y el camino ha sido despejado.
5. Dios no le oculta
nada a Su Hijo, aun cuando Su Hijo quiere ocultarse a sí mismo. El Hijo de Dios,
no obstante, no puede ocultar su gloria, pues Dios dispuso que fuese glorioso y
le dio la luz que refulge en él. Nunca perderás el rumbo, pues Dios te guía.
Cuando vagas sin rumbo no haces sino emprender una jornada que no es real. Los
compañeros siniestros y el camino tenebroso, no son más que ilusiones. Vuélvete
hacia la luz, pues la pequeña chispa que se encuentra en ti es parte de una Luz
tan espléndida que te puede liberar para siempre de las tinieblas. Pues tu
Padre es tu Creador y tú eres como Él.
6. Las criaturas de
la luz no pueden morar en la obscuridad, pues no hay obscuridad en ellas. No te
dejes engañar por los consoladores siniestros, ni permitas que entren en la
mente del Hijo de Dios, pues no tienen cabida en Su templo. Cuando te sientas
tentado de negar a Dios recuerda que no hay otros dioses que puedas anteponer a
Él, y acepta lo que Su Voluntad dispone para ti en paz, pues no la puedes
aceptar de ninguna otra manera.
7. Sólo el Consolador
de Dios puede darte consuelo. En la quietud de Su templo, Él espera para darte
la paz que es tuya. Da de Su paz, para que puedas entrar en el templo y
encontrarla allí esperándote. Mas sé santo en Presencia de Dios, o, de lo
contrario, no sabrás que estás allí, pues lo que no es como Dios no puede entrar
en Su Mente porque no fue Su Pensamiento y, por lo tanto, no es de Él. Y si
quieres saber lo que es tuyo, tu mente tiene que ser tan pura como la Suya.
Protege cuidadosamente Su templo, pues Él Mismo mora allí en paz. No puedes
entrar en la Presencia de Dios con los compañeros siniestros a tu lado, pero
tampoco puedes entrar solo. Todos tus hermanos tienen que entrar contigo, ya
que hasta que no los hayas aceptado, tú no podrás entrar. Pues no podrás
entender lo que es la Plenitud a menos que tú mismo seas pleno, y ninguna parte
del Hijo puede ser excluida si su deseo es conocer la Plenitud de su Padre.
8. Puedes aceptar en
tu mente a la Filiación en su totalidad y bendecirla con la luz que tu Padre le
dio. Serás entonces digno de morar en el templo con Él, puesto que tu voluntad
no es estar solo. Dios bendijo a Su Hijo para siempre. Si tú le bendices
mientras estás en el tiempo, morarás en la eternidad. El tiempo no puede
separarte de Dios si lo usas en favor de lo eterno.
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