II. LA INVITACIÓN A CURAR
Capitulo 11. DIOS O
EL EGO – II. La invitación a curar
1. Si la enfermedad
es separación, la decisión de curar y de ser curado es, por lo tanto, el primer
paso en el proceso de reconocer lo que verdaderamente quieres. Todo ataque te
aleja de esto, y todo pensamiento curativo te lo acerca. El Hijo de Dios
incluye tanto al Padre como al Hijo porque es a la vez Padre e Hijo. Unir tener
y ser es unir tu voluntad a la Suya, pues lo que Su Voluntad ha dispuesto para
ti es Él Mismo. Y tu voluntad es entregarte a Él porque, en tu perfecto
entendimiento de Él, sabes que no hay sino una sola Voluntad. Mas cuando atacas
a cualquier parte de Dios o de Su Reino tu entendimiento no es perfecto, y, por
consiguiente, pierdes lo que realmente quieres.
2. Curar, por lo
tanto, se convierte en una lección de entendimiento, y cuanto más la practicas
mejor maestro y alumno te vuelves. Si has negado la verdad, ¿qué mejores
testigos de su realidad podrías tener que aquellos que han sido curados por
ella? Pero asegúrate de contarte a ti mismo entre ellos, pues estando dispuesto
a unirte a ellos es como te curarás. Todo milagro que obras te habla de la Paternidad
de Dios. Todo pensamiento curativo que aceptas, proceda éste de un hermano o de
tu propia mente, te enseña que eres el Hijo de Dios. En todo pensamiento
hiriente que albergues, independientemente de donde lo percibas, yace la
negación de la Paternidad de Dios y de tu relación filial con Él.
3. Y la negación es
tan total como el amor. No puedes negar parte de ti mismo porque el resto parecerá
estar separado de ti, y, por lo tanto, desprovisto de significado. Y al no
tener significado para ti, no lo entenderás. Negar el significado de algo
equivale a no comprenderlo. Únicamente puedes curarte a ti mismo porque
únicamente el Hijo de Dios tiene necesidad de curación. Tienes necesidad de
ella porque no te entiendes a ti mismo, y, por lo tanto, no sabes lo que haces.
Puesto que te has olvidado de lo que es tu voluntad, no sabes lo que realmente
quieres.
4. La curación es
señal de que quieres reinstaurar la plenitud. Y el hecho de que estés dispuesto
a ello es lo que te permite oír la Voz del Espíritu Santo, Cuyo mensaje es la
plenitud. Él te capacitará para que vayas mucho más allá de la curación que
lograrías por tu cuenta, pues a tu pequeña dosis de buena voluntad para
reinstaurar la plenitud Él sumará toda Su Voluntad, haciendo así que la tuya sea
plena. ¿Qué podría haber que el Hijo de Dios no pudiese alcanzar cuando la
Paternidad de Dios se encuentra en él? Mas la invitación tiene que proceder de
ti, pues sin duda debes haber aprendido que aquel a quien invites a ser tu
huésped, será quien morará en ti.
5. El Espíritu Santo
no puede hablarle a un anfitrión que no le dé la bienvenida, puesto que no
sería oído. El Eterno Invitado jamás se ausenta, pero Su Voz se vuelve cada vez
más tenue en compañía de extraños. Necesita tu protección, únicamente porque la
atención que le prestas es señal de que deseas Su Compañía. Piensa como Él
aunque sólo sea por un momento y la pequeña chispa se convertirá en una luz tan
resplandeciente que inundará tu mente para que Él se convierta en tu único Invitado.
Siempre que le abres las puertas al ego, menoscabas la bienvenida que le das al
Espíritu Santo. Él no se ausentará, pero habrás hecho una alianza contra Él.
Sea cual sea la jornada que decidas emprender, Él irá contigo y esperará.
Puedes confiar plenamente en Su paciencia, pues Él no puede abandonar a ninguna
parte de Dios. Mas tú necesitas mucho más que paciencia.
6. No podrás
descansar hasta que sepas cuál es tu función y la lleves a cabo, pues sólo en
esto pueden estar completamente unidas la Voluntad de tu Padre y la tuya. Tener
a Dios es ser como Él, y Él se ha dado a Sí Mismo a ti. Tú que tienes a Dios
debes ser como Dios, pues mediante Su regalo Su función se convirtió en la
tuya. Invita este conocimiento de nuevo a tu mente y no dejes entrar ninguna
otra cosa que lo pueda enturbiar. El Invitado que Dios te envió te enseñará
cómo hacer esto sólo con que reconozcas la pequeña chispa y estés dispuesto a
dejar que se expanda. No es necesario que estés enteramente dispuesto a ello
porque Él lo está. Si simplemente le ofreces un pequeño lugar, Él lo iluminará
tanto que gustosamente dejarás que éste se expanda. Y mediante esta expansión,
comenzarás a recordar la creación.
7. ¿Qué prefieres
ser, rehén del ego o anfitrión de Dios? Aceptarás únicamente a aquel que
invites. Eres libre de determinar quién ha de ser tu invitado y cuánto tiempo
ha de permanecer contigo. Mas esto no es auténtica libertad, pues depende
todavía de cómo la consideres. El Espíritu Santo se encuentra ahí, pero no
puede ayudarte a menos que tú se lo pidas. Y el ego no es nada, tanto si lo invitas
a que entre como si no. La auténtica libertad radica en darle la bienvenida a
la realidad; y de tus invitados, sólo el Espíritu Santo es real. Date cuenta,
pues, de Quién mora en ti, reconociendo simplemente lo que ya se encuentra ahí,
y no te conformes con consoladores imaginarios, pues el Consolador de Dios se
encuentra en ti.
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UN CURSO DE MILAGROS
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